26/9- He llegado a la 1 de la mañana a India. Comienza ya a hacerse realidad mis sueños de hace algunos años.
En el aeropuerto de Delhi, que apesta a humedad, arrancaba la aventura pues era de noche y me constaba según lo que había leído en algunos foros de viajeros que llegando a esta hora tan tarde es poco aconsejable bajar a Delhi en taxi, por lo que preferí quedarme en la terminal, hasta las 6 de la mañana, que es cuando amanece, y con la luz del día todo se percibe muy diferente. Mientras veía llegar otros vuelos pasé el resto de la noche tomando té de sobre con leche en un puestito.
A las 6:30 subí a la guagua del aeropuerto, atestada de pasajeros y mercancías, que pasa por Connought Place, muy cerca de
-Tranqui!, pensé"…me controlo..., salgo fuera de la oficina, me dirijo al rickshaw-walah, le acerco mi cara a su cara de manera amenazante… y le pido muy seriamente que me lleve a la estación de tren. No me apetece nada echarme a pelear en un lugar desconocido y rodeado de desconocidos. En seguida se sube y me lleva hasta la estación principal de tren, pero el cabronazo, sin yo saberlo, me deja al otro extremo, por lo que tengo que subir al viaducto que cruza sobre los andenes para alcanzar la otra parte. De esa manera no tenía más pérdida, y mientras lo caminaba iba pensando que mi deber era en esos momentos haber parado algún guardia y explicarle que estaba haciendo conmigo aquel fanfarrón. Lo hubieran puesto bonito…
Y llego, por fin, a la salida principal que lleva directamente hasta la calle Main Bazar. Vaya suerte he tenido, he salido bien de esa situación. Esta larga calle recorre todo tipo de tiendas, hostales y hoteles, y mientras caminaba cargando con mis mochilas en busca de mi hostal casi fui atropellado por un ciclo-rikshaw que avanzaba, “timbreando”, sin contemplaciones entre la multitud que caminábamos por esa calle. Elijo el hotel Hare Khrisna (250Rp.), con baño interior, y me dan habitación en un piso por debajo de la azotea donde sirven comidas y bebidas al atardecer. Tres horas de descanso, no me importaba los bocinazos y ruidos de motores de los rikshaws que hormigueaban incesantemente por la calle, pues estaba verdaderamente destrozado, y salté jubilosamente a la calle en busca de nuevas emociones.: intensos olores y colores, multitud de gente desenfrenada, el Main Bazar,
En fin, Delhi no es como en principio parece o intentan vender los que no han estado nunca aquí. No hay que tenerle miedo ni asco, y aunque muchos comerciantes hindúes son más pesados que los norteafricanos, mucho más, su principal interés es hacer negocio con todo.
Los siguiente días sería para caminar muchas horas y kilómetros visitando las callejuelas estrechas, mercadillos,
Una de las noches la sufrí de verdad, sin poder dormir por culpa de cinco putos godos que estuvieron hasta las 3 de la mañana en la azotea bebiendo y gritando como putas ratas. Aunque los mandé callar varias veces continuaron su particular botellón, y por no hacer otra puta españolada me la tuve que comer doblada y no montársela.
Aproveché también para acudir a la oficina del turista de la estación de tren de N.D. en busca de un ticket para dirigirme a Amritsar. Aquí atienden en una oficina situada en la planta alta, con sillas, aire acondicionado y llevando un elemental turno según se va llegando. Nada que ver con los codazos que hay que dar para comprar por ventanilla. Y como no tengo apenas experiencia en trenes he preferido coger un habitáculo con “AirCon” y sillón ancho.