Hacia el Punjab

30/9- A primera hora de la mañana me dirigía hacia la Estación de N.D. en busca, entre miles de personas, del andén correspondiente y luego, tras un largo pateo, el vagón que me correspondía. Fueron cinco horas y media de trayecto muy agradable, hablando con los paisanos en inglés, y me percato que las poquitas palabras que había aprendido a decir en hindi no me vale para nada en el Punjab se habla el punjabi. Vaya jodienda, ahora a estudiar las mismas frases en punjabi.

Mientras el tren va llegando lentamente, a través de la ventanilla veo a muchos hindúes con turbantes de colores elegantemente colocados sobre sus cabezas y barbas recogidas con una redecilla caminando por el andén. Por fín he llegado a la tierra de los Sijh ( quienes intentaron hace muchos años crear el Jalistán ( o “Tierra de los Puros”): -la tierra de los guerreros que no se cortan el pelo durante toda su vida, símbolo de potencia y valentía, de conservación de su energía-. Dicen que son los más cultos, los que más dinero hacen, o los que constituyen el eje central del ejército hindú y la administración.

La guardia personal de Indira Gandhi, que eran sijs, fueron quienes la asesinaron en respuesta a su orden de ataque al Templo Dorado.

Pero la primera impresión que me llevo de Amritsar es que es una ciudad muy sucia, pues yo creía que al ser un pueblo muy “diferente” tenian otra forma de vida diferente a los hindúes de más al sur. Pero es que allí veo a más hindúes que sihjs. Hasta que encontré la parte nueva, de anchas calles y bastante más limpias. Y es ahí donde ellos predominan y deambulan, pues salen bastante a disfrutar la tarde-noche tomando chai (te con leche, mucha azúcar y jenjibre), kulfi ( helados de pistachos), lassis ( yogourt líquido)..., o simplemente caminar en grupo. Son muy curiosos y enseguida se acercan a charlar.

Mi primera “misión” fue llegar al maravilloso Harimandir Sahib ( o Templo Dorado), uno de los más hermosos y deslumbrante de India, y lo hice a través del barrio viejo, que es muy interesante y caótico. Hay que descalzarse, lavarse manos, cara y piernas en la pequeña fuente que hay a la entrada, luego taparse la cabeza con algo y descender por sus escaleras de blanco mármol, mientras la estampa del templo, destaca allá en el centro del estanque, sobre sus embotadas aguas. Que infatigable visión!. Que cautivadora belleza! Y yo estaba allí, sentado en uno de sus corredores observando el movimiento ordenado de los feligreses, y ellos realizando su particular “kora”, girando alrededor del templo. Tantos años pensando que algún día podría estar ahí…

El Templo se haya ubicado en medio de un estanque casi transparente y limpio sobre el que cuelga una larguísima pasarela de acceso. Los peregrinos lanzan pepitas de oro o joyas para rendir culto a su dios, el libro sagrado Gurú Granth Sahib, que se encuentra en su interior, bien custodiado. Este "Palacio Divino" está totalmente tapizado en finísimas láminas de oro que se alternan con piedras preciosas, lapislázuli, nácar y finísimos trabajos caligráficos en sus paredes de blanco mármol.

Entre los Sijs practicantes han de prevalecer siempre cinco artículos identificativos de su religión: Kesh: pelo largo sin cortar, Khanga: un pequeño peine de madera para recogerse el pelo, Kara: un brazalete metálico, Kacha: ropa interior de algodón, Kirpan: un pequeño cuchillo que llevan en bandolera, y que nunca debe desenvainarse para atacar, pero puede usarse para la autodefensa o para proteger a un tercero. Simboliza poder y libertad de espíritu, autorrespeto, la lucha constante del bien y la moralidad sobre la injusticia.